El sábado, concluimos Rafa y yo
el periodo preparatorio intermedio del entrenamiento con un largo de 22km y un sumatorio final semanal de 76.000 metros acumulados sobre nuestras piernas. Si bien hoy no dispongo de imágenes en movimiento que acompañen mi narrativa, si quiero dejar constancia de que este último entrenamiento resultó aportanos un sin fin de percepciones de intensos aromas de la naturaleza. Así que en esta ocasión, el sentido de la vista dejó su protagonismo al del oído y el olfato.
comenzamos el Sábado entre ligera lluvia que fue lo que nos condicionó a no llevar la cámara de video como en otras ocasiones. La sensibilidad de su complicada tecnología hizo que desistiéramos de ello en cuanto nos dimos cuenta de que la lluvia fina y poco abundante del comienzo, amenazaba con volverse más intensa en cualquier momento.
El trayecto que escogimos, como otras muchas veces que toca acumular kms, fue el que recorre la costa norte de Santander.
Poco antes de llegar a la gasolinera del barrio de cueto, dejando atrás lo que fue antiguamente el hipódromo de bellavista, hoy reconvertido en campo municipal de golf, el intensísimo aroma a higos, esta fruta tan arraigada a nuestras zonas rurales por estas fechas, nos transportó a momentos algo alejados ya en el tiempo, pero de gratos recuerdos gastronómicos, en los que debajo de las higueras degustábamos la sabrosa carne madura del suculento fruto y en los que dejábamos volar por los aires el "pellejo"que la protegía, cuando finalizábamos el proceso con uno, para pasar rápidamente a degustar otro apetitoso manjar solamente estirando el brazo y arrancándolo del mismísimo árbol, hasta que el hartazgo estomacal nos indicaba que ya estaba bien de zampar.
Al poco de entrar en la campiña lindante con la costa norte de la ciudad, otro intensísimo olor nos distrajo otra vez la atención del esfuerzo de la carrera; era lo que en las zonas marítimas de nuestra región, o al menos en la occidental que es la que yo más conozco, se identifica como "la caloca". se trata de un alga que queda abundantemente depositada en las zonas de encuentro entre mar y tierra cerca de los acantilados durante las grandes mareas típicas del mes de septiembre. Allí bien amontonaditas, las íbamos sorteando algunas, saltando otras, mientras el olor concentrado a mar bravía se nos metía hasta percibir todos y cada uno de los matices del potente y genuino aroma de nuestra tierra.
Estaban siendo afanosamente recogidas muchas de ellas en esos momentos por personas que son bien conocedoras de lo apreciadas que, son tanto por la industria farmacéutica como por la cosmética, para lograr diferentes productos, y a quienes les supondrá este mes algún ingreso económico extra, que a buen seguro, recibirán encantados.
Dejamos de ser compañeros de la mar para tomar rumbo hacia el sur cuando llegamos a la conocida zona denominada "el bocal", y ya por asfalto y cuesta arriba, llegamos hasta la iglesia del barrio de Monte, a la que bordeamos por su fachada norte para encarar el "pindio" (empinado) tramo hasta llegar al primer punto de hidratación. Un manantial natural con un mecanismo de bombeo natural que precisa de un proceso colaborativo por parte de quien la utilice, ya que es necesario cebarla con el agua que los anteriores usuarios de tan preciado, para nosotros servicio píblico, han tenido que haber dejado recogida previamente en una botellas que quedan colocadas allí mismo, junto al ancestral, y sin embargo efectivo, mecanismo de extracción.
Volviendo sobre nuestros pasos una vez ya hidratados, continuamos nuestro recorrido hacia la zona de cazoña, donde en otra fuente, esta ya mucho más convencional y con agua de la red municipal, volvimos a beber un poco más. Atravesamos toda la ciudad por el centro esquivando todos los obstáculos propios de una urbe en la hora punta de una mañana de sábado. Tomamos dirección, ya en la zona portuaria, hacia el punto de partida de nuestra sesión de entrenamiento, situado más allá de llegar a la primera playa del sardinero y justo antes de la rotonda conocida como "de los delfines", frente al túnel que une la zona de la calle Tetuán con la avenida de los Castros, en la cara norte de la ciudad.
Como siempre, estiramientos en nuestro árbol de base de tronco en relieve, aunque en esta ocasión acompañados por la lluvia persistente pero que, en esos momentos de acaloramiento acumulado por el esfuerzo físico, nos resultó ser muy grata compañera.
Ayer lunes ya comenzamos la primera semana de la última etapa de entrenamiento. Siete semanas que justo cuando finalicen, nos darán paso directo a la escalerilla del avión que nos llevará sin escalas desde Madrid, a la gran manzana donde esperamos culminar con éxito el reto deportivo-solidario que todo el equipo DC3 (deportistas con causa de Cantabria) con tanta pasión estamos preparando.
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