miércoles, 2 de febrero de 2011

El poder de las palabras

Hoy dudaba que hacer. Tenía dos opciones: o salía a correr durante una hora a mi libre albedrío estando abierta a encontrarme con algún corredor con quien compartir kilómetros y conversación, o quizás pasar la hora enfrascada en mis pensamientos acompañada solamente con los buenísmos temas musicales que guardo en mi mp3, o bien me acercaba al gimnasio a participar en alguna clase. A última hora de la noche de ayer cuando planificaba mentalmente las tareas del día siguiente, estaba casi totalmente decidida a elegir la primera opción, ya que cuando intenté reservar bicicleta en el servicio online del que dispone http://www.clubdeportivomarisma.com/ no quedaba ninguna libre en la hora que, según mi planig elaborado para hoy, me encajaba ir.
La idea de ir a cycling me atraía hoy especialmente porque tenía la expectativa de que iba a ser una clase muy divertida y cañera para mí, ya que el pasado lunes el monitor que la dirigió nos invitó a unirnos a su entreno en la clase del miércoles pues, dijo, iba a poner un cd con música rock de la buena. Nos comunicó a todos los participantes con voz que yo interpreté como persuasiva, poniendo el acento en dejar claro que él advertía en público cuáles serían las consecuencias derivadas de nuestra elección, que si no queríamos perdernos esa presumiblemente estupenda clase no dejáramos de acudir.
Encajé tal declaración como un compromiso en toda regla, con lo que en pocos segundo ya me vi sorprendida imaginándome sobre la bicicleta pedaleando concentrada en las subidas marcadas por el monitor a resistencias no menores del 6-7 en la escala de 10, intentando alcanzar el pico del 90% de mi frecuencia cardiaca máxima al llegar a la cima del imaginario puerto de categoría especial en el climax de un tema de ACDC....
Sumida en ese recuerdo motivador del pasado lunes y antes de aceptar la cruda realidad de que no tenía bicicleta reservada, me encontraba yo sentada frente a la mantalla de mi mac y decidí probar si el universo tendría a bien aliarse conmigo esta mañana y hacía coincidir que alguno de mis compañeros, fieles ciclistas indoor de esa clase, hubiera decidido quíen sabe por qué insospechada razón, anular su reserva de hoy. Siiii, el conjuro funcionó y efectivamente quedaba libre una bicicleta; la nº10. sin esperar un segundo para que no me ganara nadie por la mano, completé el procedimiento de reserva con la soltura y rapidez que poseen, sin yo serlo, los profesionales de la informática.
La duda estaba resuelta: hoy tocaba cycling

LA DECEPCIÓN:

Al llegar y recordar al profesor que aquí estaba yo, presente en su clase para el disfrute prometido de su CD rockero total...,cúal sería mi sorpresa cuando con cara de no saber de qué carajo le estaba hablando, se disculpó diciendo que esa clase la había hecho ayer por la tarde.
Se me cambió la cara por el desencanto y apoyada por Cristina, otra cicletera habitual a la que la música rock la motiva especialmente y que también había sido testigo de la susodicha promesa, le recordamos que los compromisos son para cumplirlos.
Está claro que él en ningún momento fue consciente de las consecuencias que sus palabras tendrían en alguno de sus alumnos, bueno relamente solamente Cristina y yo le señalamos su "falta" y la importancia que ténía para nuestra motivación su poco fiable palabra.
la verdad es que el muchacho se disculpó y reflexionó en alto a cerca que en adelante sería más cauto cuando hablara.
La clase para mí no fue igual y como se observa en la gráfica, mi rendimiento tampoco. Así que cuando acabó decidí completar mi trabajo físico de hoy corriendo un rato por la campa de la magdalena. fueron 8 ó 9 km en soledad en la que recordé aquel primer día en el que conocí a Iberia en un taller previo al seminario de coaching que posteriormente realicé con ella, y en el que ella profundizaba precisamente sobre este tema: "el poder de las palabras". También sentí que en esos momentos ella estaba conmigo.






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